MEMORIA, TIEMPO Y ESPACIO

El tiempo construye, esta es una de las ideas más inherentes en la arquitectura y muchas veces el tiempo se vuelve un elemento más del propio edificio. Tal es el caso del Caro Hotel en Valencia, España, un proyecto de rehabilitación realizado por Francesc Rifé Studio en 2011, una joven oficina de diseño industrial e interiorismo con base en Barcelona.

El Caro Hotel (conocido como el Palacio Marqués de Caro) en Valencia, España, un proyecto de rehabilitación realizado por Francesc Rifé Studio en 2011, una joven oficina de diseño industrial e interiorismo con base en Barcelona.

El edificio, reconocido como Hotel Monumento, se compone de diferentes elementos y culturas que se han ido fusionando a través del tiempo partiendo de una estructura original. A través del espacios, se desenvuelven misterios, artefactos y objetos que datan de diversas épocas, desde un mosaico del siglo 1 A.C., la muralla exterior del siglo XII, la escalinata del siglo XIX y por supuesto la intervención más reciente a cargo de Rifé.

La ubicación que disfruta el hotel, al ser un monumento declarado, le permite tener una relación directa con la vida de Valencia, la cual transmite su alegría que la caracteriza. La voluntad principal de la rehabilitación de este magnífico edificio fue respetar la historia, el paso del tiempo, su contexto y aprovechar las posibilidades infinitas de habitar espacios con tal riqueza.

La fachada monumental, protegida y nombrada patrimonio, se presenta con el estilo auténtico de su época, con todos los elementos originales restaurados. Mientras que, al adentrarse al edificio, el usuario se ve inmerso en la delicada unión de tiempos y espacios que se entretejen en un sólo momento, donde el interior claro, iluminado y abierto, contrasta con el exterior oscuro.

El Hotel, fue desarrollado con la premisa de regresar al concepto de albergar a viajeros que se retiran buscando una experiencia de vida, una cocina deliciosa o una convivencia sin igual, transformando al hotel en un hogar fuera de casa.

El lobby, el primer espacio en ser presentado, se convierte en el distribuidor que conduce hacia la renovada escalinata que dirige al visitante hacia las habitaciones y la biblioteca. La consecución de espacios se reviste de toques y miradas contemporáneas, ofreciendo una visión híbrida, rústica pero moderna al mismo tiempo. El lobby lleva al huésped al restaurante, al área de servicios y por último al Meta Bar y a la terraza.

La importancia de respetar los elementos estructurales estableció que el diseño debía partir del uso de materiales neutros, como pisos hechos con resinas en colores claros, mármol para la barra del bar, muros de colores similares a los mosaicos, junto con un mobiliario que contrasta con otras piezas de diseñador que se colocan de manera intencional para hacer los espacios más atractivos y flexibles, con la idea de lograr de una integración total.

Las habitaciones del hotel se caracterizan por ser diferentes cada una. Las preexistencias históricas del proyecto restringieron la distribución en gran medida, por lo que se tuvo que trabajar cuidadosamente la solución de las configuraciones de cada habitación. Esta complejidad permitió que las 26 habitaciones sean distintas, gracias a una intervención especial para cada una.

El hotel también tiene la función de ser un museo, que de una manera innata, expone piezas que pertenecen a la vida misma del conjunto. Sin duda, este edificio tiene la naturaleza de ser testigo de diversas épocas, así como de convertirse en un hito, en un punto de referencia en la ciudad, donde sus visitantes puedan ponerse en contacto con el espíritu del lugar, apropiándose de él, transformándolo finalmente en un hogar fuera de casa.

*Artículo publicado en el suplemento Casas & Más 160 de Milenio Monterrey.


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